Derechos Ciudadanos
La justicia, lenta, amañada políticamente, delincuentes sueltos y procesos civiles inútiles, que copan los tribunales y debilitan los contratos, claves en la sociedad libre.
Los delitos aumentan, y ya no sorprende que la gente viva en casas-jaulas. Los criminales, con armas hasta registradas; los ciudadanos en absoluto desamparo.
Por otra parte, los caminos importantes se privatizan, vía concesiones. Pero ahí están los hoyos en las calles. ¿A qué se destinará el presupuesto clásico de obras públicas?. Los ingresos por los permisos de circulación no son suficientes?.
Los derechos de propiedad se debilitan y no se crean nuevos. No interesa facilitar y abaratar los contratos y títulos, plagados de costos legales. El estatismo educacional genera mala calidad, costos altos y una verdad oficial, contraria al progreso y a la libertad. También en la salud, manejada por grupos de interés funcionario. Y agregue la cantidad de protecciones corporativas, disimuladas, a favor de por ejemplo los colegios profesionales -, ahora, nada menos que en la Constitución.
En esta democracia socialista, el Estado se concentra en mal administrar empresas que estarían mejor si fueran privadas, porque tendrían costos más bajos, generarían más valor agregado y operarían con criterios productivos y no de favores políticos en los contratos y la selección de personal. Los políticos crean organismos y ministerios inútiles -como los sugeridos en seguridad, alimentos, turismo, ambiente y casinos- o fomentos perversos -como en el deporte, los indígenas, la formación de empresarios, los consumidores tontos, la promoción de la minería en un país minero, y la innovación tecnológica.
Premios y fiestas para todos, pero de preferencia a amigos y compañeros. Y no un diploma o un galvano, sino suculentas jubilaciones, que no promueven la creatividad juvenil. No se evalúan los programas públicos ni se cierran organismos inútiles. Si esto se hiciera, se podrían reducir los tributos y, así, aumentar la libertad y la creatividad.
El Estado grande reprime a los individuos, estancando la economía y vaciando la democracia. El Estado benefactor hace crisis en todos los países, Chile incluido, y no reduce la pobreza, lo que sólo se logra con el desarrollo, que hacen las personas actuando con libertad.
Los políticos ya deberían haber aprendido esto, pero, por demagogia o ignorancia, aprueban variadas represiones que favorecen a algunos. Es éste otro error latinoamericano, el cual, casi siempre es copiado de otras latitudes, como la fracasada guerra contra el narcotráfico -que aumenta el crimen- o la nacionalización de las camas, el sexo y el amor. ¿Por qué no imitar, en cambio, las buenas instituciones de promoción de los derechos ciudadanos, como la reducción de regulaciones y tributos, la apertura franca y la ampliación de la propiedad? Es lo que hacen las economías que emergen y nos van dejando atrás.
El salto de libertad se estrella con nuestra cultura socialista, corporativista y de fracasada redistribución, a cargo del Estado-Dios, incapaz de hacer bien lo elemental que corresponde a una verdadera democracia.
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