Tuesday, December 02, 2008

Carta - El Mercurio - página A2 - 29 de abril de 2008.-

¿Epidemia de autismo?

Señor Director:

El 2 de abril se celebró el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo.

El 27 de noviembre de 2007, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió instaurar este día como una reacción a la elevada incidencia del autismo en los niños de todo el mundo. Esta enfermedad altera la capacidad de relación y comunicación de los niños. En menos de 20 años, hemos pasado de dos o tres casos entre 10 mil niños, a uno en 150 en Estados Unidos y uno en 250 en Chile.

Esta situación no puede sino llamar poderosamente la atención de la opinión pública de todo el mundo. Algunos hablan de una epidemia de autismo, que no se puede explicar de una manera simplista diciendo que en la actualidad se diagnostica mejor, ni tampoco vincular su origen a causas genéticas. Simplemente no cuadra que un síndrome de origen genético pueda crecer 500% en 20 años.

Se dice que la causa del autismo es desconocida; sin embargo, hay bastante evidencia de un origen que combina una cierta predisposición genética con una serie de factores ambientales. Desde la perspectiva de la biomedicina, la causa no es desconocida. Existen dos clases de autismo: el clásico, que se produce desde el nacimiento, descrito por el doctor Leo Kanner en los años 40, y el autismo regresivo, que se produce entre el primer y segundo año de vida. Este último es una combinación de susceptibilidad genética y factores ambientales.

La mayoría de los niños con autismo regresivo presenta deficiencias a nivel del sistema inmunológico, daños en el sistema gastrointestinal y problemas en el sistema toxicológico, todo lo que finalmente afecta el normal desarrollo del cerebro. Lo anterior se va gatillando a medida que exponemos a nuestros hijos a preservantes, colorantes, carnes con exceso de hormonas, alimentos modificados artificialmente, frutas y verduras impregnadas con pesticidas, fertilizantes químicos, semillas modificadas transgénicamente, contaminación de las aguas y productos del mar, uso de amalgamas de mercurio en madres embarazadas y vacunas con contenido de thimerosal (mercurio).

Por esto es urgente que los sistemas de salud incluyan al autismo y otros trastornos del desarrollo dentro de sus planes, que se capaciten profesionales que puedan atender adecuadamente a nuestros niños (médicos, terapeutas ocupacionales, fonoaudiólogos, psicopedagogos, etcétera) y que, por sobre todo, los niños tengan la posibilidad de integrarse al sistema educacional y a la sociedad chilena.

José Miguel Sarroca